La historia del Taj Mahal comienza en los inicios del 1600 y tiene como protagonista al heredero del Gran Imperio mogol, Shah Jahan, quien, a los 20 años, convirtió a una joven persa musulmana de 19 años, Mumtaz Mahal, en su segunda —aunque la favorita— esposa y princesa del reino. La vio por primera vez hacia 1607, mientras vendía baratijas. Lo que más despertó su pasión por la adolescente de 14 años fue percibirla culta e inteligente. Fue un amor a primera vista, pero imposible en esos tiempos, porque sus padres ya habían arreglado el matrimonio del príncipe con la hija del rey de Persia. Sin embargo, la ley musulmana permite cuatro esposas. Esto ayudó al heredero del trono a tomar a Arjumand Bano Begum, cuyo nombre fue cambiado a Mumtaz Mahal, como esposa luego de cinco años. Ambos tuvieron una vida plena de amor que duró 19 años. Cuando la bella esposa dio a luz a una hija, la número 14, en 1631, a raíz de una hemorragia durante el parto, sabía que iba a morir. En la alcoba, le pidió a su amado que le prometiera tres cosas: que no la olvidaría, que se volvería a casar y que sería bueno con sus hijos. Desconsolado y sintiéndose morir, encerrado por el luto y la tristeza, el emperador juró que su amada tendría la tumba más linda del mundo, como un testimonio de amor para que su nombre perdurara eternamente. De hecho, “Taj” significa “corona”; la corona póstuma de Mahal.
La construcción
La obra fue realizada por 20.000 obreros y duró 22 años, de 1632 a 1654. Hay una leyenda que sostiene que Shah Jahan mandó mutilar las manos de quienes hicieron posible tanta belleza, para que no se repitiera.
Para que la edificación avanzara y concluyera lo antes posible, Shah Jahan construyó una mezquita a un lado, para evitar que los obreros perdieran tiempo yéndose varias veces a cumplir con sus oraciones diarias. Para que la simetría fuera perfecta, al otro lado edificó una estructura gemela, aunque no puede ser utilizada como mezquita puesto que no mira hacia La Meca, ciudad santa de los musulmanes.
Los minaretes del Taj Mahal están inclinados levemente hacia afuera para que, en caso de terremoto, no caigan sobre el mausoleo y afecten la tumba de Mahal.
La leyenda —repetida por Ankit Goyal— señala que cuando el complejo quedó listo, Shah Jahan pensó en la construcción de otro mausoleo idéntico, pero en mármol negro, al otro lado del río Yamuna, para albergar su tumba. Ambos estarían unidos por un puente con la perfecta simetría que caracteriza a todo el complejo.
Pero su hijo, Aurangzeb, viendo que su padre derrocharía toda la fortuna y podría quedar sin nada, decidió encerrarlo en el palacio del Fuerte de Agra y se erigió en el emperador que sucedió a Jahan.
A pedido de su padre, hizo que su habitación y celda tuvieran un balcón con vista hacia el Taj Mahal, para contemplarlo todo el tiempo y así acompañar la tumba de su adorada. Ocho años estuvo preso allí, hasta que cayó enfermo y perdió la vista de tanto observar el Taj Mahal.
Tras su muerte, Aurangzeb decidió colocar la tumba de su padre al lado de la de su madre para no derrochar en otro mausoleo para el emperador. Esto produjo la única asimetría que se puede apreciar en todo el Taj Mahal; el resto es un derroche de perfección.
“El Taj Mahal parece la encarnación de todas las cosas puras, de todas las cosas santas y de todas las cosas infelices”, escribió Joseph Rudyard Kipling, escritor y poeta británico, nacido en la India, autor del famoso Libro de la Selva. El inmortal pensador y poeta, también indio, Rabindranath Tagore, sentenció que el Taj Mahal es “una lágrima en la mejilla del tiempo”.
Nota: conclusión hay cosas que duran para siempre, mientras que en la realidad otras duran solo un suspiro....
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