29/12/09

Que tal un cuento...

Este es un cuento que se paseó entre mis papeles por mucho tiempo. Fue el resultado de una inspiración repentina y escrito en una hoja de cuaderno (de la materia Marketing III de la facu) y a lápiz de papel. No hace mucho fue actualizado a "digital" y hoy, no se porque regla de tres, reapareció entre mis folders y carpetas.

A ver que les parece.

Cuento
(ya se ngo que es cuento...pero como no tiene nombre, dejémoslo asi...)

Él caminaba por la ajetreada vereda perdido en sus pensamientos; el frío reinante, el ruido del tránsito, el grito de los cambistas de Calle Palma; nada parecía importarle en ese momento.

- ¿Qué hacer? – se preguntaba una y otra vez.

Sabía que la encrucijada en la que estaba metido era más complicada de lo que imaginaba. Por más que intentaba hallar una salida, una interrogante que le golpeaba la cabeza continuamente:

- ¿Ya no le quiero más? –

¡Por Dios como no amarla!, como no mirarla. Que hacer para no recorrer su figura y desear robarle un beso… pero era así: su corazón y su razón le decían que era suficiente. Ya basta. Su cariño había mutado. Continuaba amándola pero de otra forma, más sencilla incluso hasta podría decirse más pura.

¿Pero cómo decírselo? Se imaginaba su rostro cubierto de lágrimas, ese par de ojos de de por si ya cargaban con una mirada de tristeza… aun más tristes. No sabía como. Simplemente no tenía el valor de hacerlo.

Ella ya temía por lo que se veía venir. Ya se daba cuenta del cambio y optaba por asumir una actitud posesiva, intolerante, talvez como medio de defensa.

Eso era lo doloroso. Comprender que el secreto ya no era secreto y tener que confirmarlo.

La ciudad era cada vez menos importante, las calles ruidosas quedaron a metros de distancia. Solo quedaban ellos dos enfrentados a su destino que inexorablemente actuaba en sus vidas.

Sorprendentemente ella no lloró, sus ojos se oscurecieron en una mezcla de rabia e impotencia; su rostro palideció por un instante pero finalmente adquirió una expresión que llegaba a descifrar.

Permanecieron de pie, uno frente a otro, como dos guerreros luchando con la mirada.
- ¿Por qué? – disparó ella.

- Ya no te amo. – se defendió él, y clavó más hondo la lanza agregando – pero siempre seguiré queriéndote mucho. Eso sabes… luego –

El silencio respondió; ese silencio incómodo de aquellos que ya no saben o ya no tienen nada que decir. Tanto ya habían hablado que ya se conocían enteramente. Tantos momentos malos y buenos pasados cruzaron por la mente de ambos como una película que corría a gran velocidad.

El silencio persistía hasta que fue quebrado por el sonido de un beso, uno en donde se entregaba hasta el último vestigio de alma que en su corazón de mujer quedaba.
Dio la espalda y se marchó.
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Recostado en su cama con la mirada fija en el techo se sentía aliviado, algo culpable pero con la certeza de haber hecho lo correcto… pero algo le inquietaba.

¿Qué pensará hacer ahora? – se dijo.

Por la cabeza se le pasaron muchas cosas algo trágicas, muy características de ella, berrinches, llamadas constantes, mensajes al celular. Pero nada. Nada de eso había pasado.

Los días corrieron y el silencio se agravó. Preocupado fue a buscarla. El coqueto departamento estaba cerrado hace días, nadie había entrado ni salido en ese lapso de tiempo.

Abrió la puerta con su propia llave y lo recibió un fresco tenebroso. Todo estaba en orden, las flores del jarrón semi-marchitas, el dvd prendido pero sin película, fue andando… oyó al gato maullando, lo siguió, entró al dormitorio y su dulce amante lo recibió, acostaba en su cama con la mirada fija en él, fría, tan fría como si su vida la hubieran arrebatado.

Mientras el michi lamía del hilo rojo que corría entre sus cabellos entrelazando la cola en el gatillo de la pistola que dormía a un lado.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hay algo en los paraguayos, no sé qué, pero llevamos dentro nuestro como una tristeza que nos agobia, y en los escritores esto es más evidente aún. He leído cuentos y novelas de escritores paraguayos, y siempre hay una tragedia, una desgracia... si no están de acuerdo conmigo, lean... Perrito, La Babosa, El túnel, Magdalena Servín... Cualquier autor lo probará: Augusto Roa Bastos, Mario Halley Mora, Gustavo Casaccia, Roque Vallejos... Menos mal tenemos compositores como Maneco Galeano que nos alegran con canciones como La Chuchi. :D

Vilmarith dijo...

Es cierto...sin estar a la atura de los escritores que decis, admito que "se me da mejor" escribiendo temas que contengan ciertas dosis de tragedias, pero hay que aceptar que las tragedias quizá son mas fáciles de describir, porque son mas fáciles de aceptar?...no se, pero es verdad....algo triste incluso es más fácil de sentir....