1872,
algun lugar de Cordillera, post guerra de la Triple Alianza.
(este texto es solo un "momento" dentro de toda una historia que ronda en mi cabeza desde hace varios años, ambientada en plena Guerra de la Triple Alianza, una suerte de "Lo que el viento se llevó" pero en Paraguay, en esa época tan difícil... es solo un "retazo", escrito el 21/08/2007, de lo que estos personajes - él europeo y ella paraguaya - vivirían en el caso de que fueran escritos como se debe...supongo que algún día)
(este texto es solo un "momento" dentro de toda una historia que ronda en mi cabeza desde hace varios años, ambientada en plena Guerra de la Triple Alianza, una suerte de "Lo que el viento se llevó" pero en Paraguay, en esa época tan difícil... es solo un "retazo", escrito el 21/08/2007, de lo que estos personajes - él europeo y ella paraguaya - vivirían en el caso de que fueran escritos como se debe...supongo que algún día)
"Ella
estaba de pie, con mirada lejana atravesando el frío cristal de la ventana,
desde donde se podía contemplar el verde pastizal que se abría al frente mojado
por la lluvia intermitente, otorgando al ambiente un tinte pacífico y a la vez
triste. Oyó
pasos a su alrededor y reconoció a Fritz que se acercaba, proveniente del salón
escritorio. Su aparición fue pausada, como si él ya hubiera estado observándola
un tiempo antes. Ella le sonrió levemente, pero volvió a posar su mirada en
el cristal, como tratando de juntar fuerzas antes de decir aquello que la
situación en la que se encontraba le obligaba a decir.
Fritz
leyó en los ojos de la mujer, en ese fugaz cruce de miradas, disimulado entre
la levedad de la sonrisa, una decisión tomada como mucho esfuerzo y que de
seguro le causaría dolor a uno de los dos, o quizá a ambos. Obedeciendo
a su intuición, permaneció a pasos de ella, observando como su pecho se notaba
agitado a través de la suave seda de la blusa que llevaba, y su rostro, cruzado
por esa profunda cicatriz que no había logrado sacar esa belleza sublime que la
caracterizaba, nublarse por un semblante triste.
Fueron
unos minutos de silencio, en el que ambos se hundían en sus propios
pensamientos, hasta que fue cortado por la voz de Camila:
-
Tengo que quedarme…. No puedo regresar a Londres contigo…-
Ella
no se atrevía a mirar a Fritz, ya que sabía que sus profundos ojos azules, la
harían dudar de su decisión.
El
silencio siguió, hasta que por fin ella lo miró y vió como él tenía la vista
baja al suelo como sopesando las palabras que acababa de escuchar.
-
Ya me lo
suponía…- fue su respuesta sin levantar los ojos.
Camila
seguía observándolo, esperando que siguiera hablando:
-
… era algo que debía ocurrir… - hizo una pausa levantando el rostro para
mirarla fijamente - ... yo tampoco puedo quedarme.-
Ella
no pudo evitar sentir una punzada de dolor en su pecho, ya que en el fondo de
su corazón había una leve esperanza de que él aceptase quedarse en Asunción. Camila
no se animó a acercársele, a pesar de las ganas tremendas que tenía de
abrazarlo con todas sus fuerzas.
-
No es justo… - dijo ella por fin con la voz entrecortada por un leve llanto –
el tener que elegir entre las dos cosas que más amo… no tienes idea de lo
difícil que es para mi. -
-
Conozco tus sentimientos – dijo él con su característica tranquilidad – y tu
conoces los míos… hemos vivido juntos experiencias que nadie podrá
arrebatárnoslas…-
Ella
se le acercó despacio y tomó sus manos entre las suyas. Trataba de decir algo
pero no podía, tampoco se atrevía a mirarlo a la cara.
-
Si esto hay que hacerlo, debemos hacerlo… - continuó él limpiando las lágrimas
que surcaban el rostro de Camila.
Permanecieron
juntos un buen rato, con las dos cabezas una cerca de la otra y con los ojos
cerrados y sin soltarse las manos, como queriendo que ese momento quede
congelado en el tiempo. La separación que veía venirse era larga, difícil y
probablemente para siempre.
-
Nos quedan pocos días entonces...- dijo Camila sin moverse, pero él reaccionó y
al mirarla comprendió sus palabras.
Se
retiró de ella, en un gesto caballeroso le ofreció la mano, lo que ella
respondió entregándole la suya y dejándose guiar hacia las escaleras que
conducían a las habitaciones superiores de la casa."
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