"Definitivamente, este junio paraguayo marca un antes y un después en la desgarrada historia del país.
Con
la destitución del presidente de la República, Fernando Lugo, a través
de un vertiginoso juicio político exprés, el Paraguay sale de nuevo
gravemente herido en el tambaleante proceso de construcción de su
institucionalidad democrática, y se exhibe ante el mundo como una frágil
y vulnerable republiqueta, donde una camarilla política puede imponer
impunemente sus intereses sectarios por encima de los de la mayoría.
Todas
las críticas que uno pueda tener acerca de la generalmente pobre y
torpe gestión del presidente Lugo y de varios miembros de su gabinete
–hay excepciones muy honrosas–, no justifican ocasionar un viraje tan
traumático en el Gobierno de un país, con su inevitable costo social y
económico, de deterioro de imagen internacional, pero principalmente de
involución en términos de consolidación de ciudadanía.
Dicen
que el juicio político se ha ajustado plenamente a lo establecido en la
Constitución Nacional, y hasta puede ser que así sea. Pero el que haya
sido legal no significa necesariamente que haya sido legítimo.
No
hace falta ser un experto en cuestiones jurídicas o políticas, para
darse cuenta de que la sentencia ya estaba escrita mucho antes de que se
instale el tribunal legislativo, y que todo el vertiginoso cumplimiento
de los pasos procesales, incluyendo el muy escaso tiempo que se brindó
para la defensa del mandatario enjuiciado, no fue más que puro
formalismo.
¿Todo se hizo conforme a la Ley? Será tema de
debate por mucho tiempo. Hay opiniones muy autorizadas, en contra y a
favor, según de qué lado del espectro ideológico –o de los intereses del
poder– se ubique uno. Pero, desde el lado de la vida cotidiana de la
gente, que aspira a habitar en un país serio y digno, con oportunidades
de prosperidad y desarrollo igualitario, con instituciones democráticas
fortalecidas y creíbles, este lamentable episodio implica un doloroso
retroceso en la historia.
Hoy se abre un tiempo de mayor
incertidumbre, aunque igualmente desafiante. Por fortuna, los procesos
de verdadera transformación nunca se realizan desde el poder, sino desde
la gente común, la misma gente común que hace apenas un mes atrás nos
sorprendió gratamente al autoconvocarse en las plazas del Congreso para
evitar que los parlamentarios se apropien de 150.000 millones de
guaraníes de fondos públicos para pagar a sus operadores políticos. ¿Esa
conciencia seguirá viva? ¿Esa conciencia podrá ayudarnos a construir un
mejor posluguismo?
A lo largo de su historia, la sociedad
paraguaya pudo superar momentos muy difíciles. Confiemos en que también
lo podamos hacer ahora, de la mejor manera posible."
Por Andrés Colmán Gutiérrez – andres@uhora.com.py
fuente: Ultima Hora
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