16/6/12

El PDA(*) imaginario de Benedict Cumberbatch

El salón irradiaba la elegancia y la simplicidad que emanan esas personas finas, cultas y pudientes que adornaban el evento. Las mesas adornadas con vajilla de porcelana, cristales Baccarat y candelabros de plata, se incorporaban al majestuoso espectáculo, gracias a la gracia de sus ocupantes. El salón de techo alto y abovedado cuyo estilo gótico se complementaba a la perfección al romanticismo de las sedas, las transparencias, las lentejuelas y los diamantes de las damas presentes dando el toque etéreo al lugar y el murmullo incesante de las voces era como el zumbido de una atípica colmena de abejas en la que todas eran reinas.

Yo me sentaba en una de las mesas con el aspecto acorde a la ocasión: largo vestido negro y altísimos zapatos de taco fino que desafiaban el equilibro, brillantes en el cabello y en las orejas, y de complemento los hombros al descubierto como cúspide de un importante escote en la espalda. (Probablemente Yves Saint Laurent o  Eliie Saab que vi en alguna revista Vanidades! jaja)

No recuerdo las palabras que iban y venían, incluso ni recuerdo el idioma en el que hablábamos pero era obvio que era una conversación de lo más interesante; reíamos con ganas, compartíamos algo de tomar mientras los mozos nos servían. Sentada en mi silla tenia las piernas cruzadas y con el cuerpo un poco hacia adelante, mientras mantenía mi mano derecha sobre la base de una copa de vino.

En un momento me percato de que alguien está sentado cerca de mi, no porque lo haya visto en forma directa - porque sabia perfectamente que había alguien que estaba ahí - sino porque el sutil roce de unos dedos suaves que daban pequeños círculos en el centro mismo del pedazo de piel liberado por mi vestido. Con el más discreto de los gestos lo miro, como un reflejo a ese pequeño movimiento, y Ben seguía sonriente con alguien de su derecha como si ese roce fuera al descuido; pero a través del cristal de su copa de vino mientras daba pequeños sorbos, cruzamos mirada y percibí que aquello era mucho más que un simple descuido.

No había mucho que decir en realidad en ese momento, pero si había mucho para más adelante! 
¡Qué coincidencia! el mismo vestido y el mismo acompañante!
(*) PDA: Public Display of Afection

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