El
enlace
El limpio ambiente invitaba a la reflexión. Todos los
elementos de la sala estaban dispuestos en lugares adecuados, ordenados
correctamente y preparados para cualquier emergencia.
En ese lugar, una silla era ocupada por una mujer de
mediana edad que según se desarrollaba su conversación, sorbía una perfumada
infusión de menta.
-
… a medida que
las decisiones vienen, una tras otra, a veces es un poco complicado llevarlas a
cabo ¿sabes? Se superponen y no creo que en la planta sean lo suficientemente
rápidos con las modificaciones estructurales. ¡Si vieras los planos! Son un
verdadero caos...no por el desarrollo en si, sino por la falta de orden.
Estamos entrando en una etapa a contrarreloj y eso se nota en todo el proceso. La
nueva aleación de titanio para el escudo, me temo no sea suficiente para el
tamaño que debe tener. El cañón de plasma sigue siendo eficiente, pero ya nos
hemos visto en figurillas en ciertas ocasiones… ¿te acuerdas esa vez en las
Galápagos?...esas islas, qué pena hayan terminado convirtiéndose en foco de
contaminación después de la explosión del reactor…pero quien imaginaria que los
kaijus pudieran ser lo suficientemente inteligentes como para comprender el
funcionamiento de una planta nuclear de esa tecnología….y puede sonar muy
sentimental de mi parte…¡pero pobres tortugas! – hizo una pausa para esbozar
una sonrisa amarga - ¡claro que soy sentimental! Siempre lo fui, tú mejor que
nadie me conoces…. En el campo eres más
calculador y yo más dada a la acción pero por eso es que nos llevamos muy bien!
Jajaj – otra pausa incómoda –
En la ventana se filtraban por el cortinado los
tenues rayos de un tímido sol que se abría paso en la nubosidad de esa mañana
de diciembre. En la habitación, un pequeño árbol de navidad adornado con
colgantes y luces multicolores era el mudo comunicador de las fechas festivas
cristianas que se acercaban.
-
Hoy recibí las
ultimas instrucciones… - continuó ella después de un largo sorbo del humeante
líquido – y debo prepararme para dejar la ciudad. De hecho, de aquí voy directo
al aeropuerto. Había decidido no regresar al frente pero no puedo negarme,
además quedarme…. – la pausa que se vino a continuación era acompañada por el
leve temblor de su mano delatado por el tintineo de la taza de porcelana al ser
colocada sobre el platillo - … me han dicho que no sirve de mucho… - esto
último era dicho con una significativa mirada hacia su silencioso interlocutor
- En Hawai se espera un enfrentamiento como nunca visto y están reclamando a todos
los pilotos….– colocó el juego de té sobre la mesa cercana y se adelantó sobre
si misma para apoyar los codos en las rodillas y juntar las manos en expresión
dubitativa – ¡No sé qué hacer!... Esto
no será lo mismo, siento que me falta lo más importante. Estoy preparándome
para una batalla en la que no estoy completa y no puedo compartir esto con
nadie. El Consejo fue claro al decir que la unidad que me asignaron es la más
importante… o sea, sé que es la más eficaz, porque tú y yo participamos en su
creación, pero no es lo mismo. Sus doce misiones fueron perfectas, solo en la
última es que… bueno, sucedió lo que sucedió. Y, casi tres años después la
vuelven a poner en actividad. -
El reloj de pared seguía con su tic tac interminable
como signo irremediable del paso del tiempo. Un reloj antiguo para una sociedad
tecnológicamente avanzada era como un recordatorio de que lo único estable en
toda la vorágine actual era el tiempo. Otro pitido de cadencia irregular se
sumó al conjunto de pitidos circundantes y provenía del pequeño artefacto que
la mujer llevaba en uno de sus bolsillos. Ella no se molestó en mirarlo, sabía
perfectamente de que se trataba.
Extendió su diestra, aun tibia por el contacto con la
taza, y con ella apretó con suavidad la mano estática de su interlocutor.
-
Solo quisiera
saber si estoy haciendo lo correcto al abandonarte. Porque…en realidad no sé si
voy a regresar. – la voz era muy baja y sonaba anegada y acuosa - ¿no tienes
algo para decirme? No sabes cuanto necesito escucharte… – ella levantó la vista hacia la silueta que
permanecía en silencio, un silencio apenas roto por la débil respiración y los
incesantes ruidos de las máquinas que mantenían con vida ese cuerpo delgado que
yacía en esa cama de hospital.
Estaba allí hacia tres años, inmóvil y vegetal; ese
brillante cerebro dormido para siempre según el trágico diagnostico, pero para
ella aun latente y expectante. El era su par, su otra mitad. Imposible dejarlo
morir sin que ella misma muriera un poco. El enlace que compartían era más
fuerte que cualquier otro. Estaban unidos en cuerpo y mente, mientras él
siguiera respirando.
Ella siguió apretando más fuerte su mano, y observó
esperanzada alguna reacción en los monitores de control. Nada. Seguían las
mismas monótonas lecturas, el mismo latir lento del corazón y todas las
funciones vitales a su ritmo habitual.
Al ponerse de pie, la oficial soltó lentamente la
mano y se acercó al borde de la cama para inclinarse sobre el cuerpo delgado de
su esposo y estampar un delicado beso en sus labios secos, dejando gotear sobre
la mejilla pálida una pequeña lágrima. La secó con un rápido movimiento sin
dejar de mirarlo fijamente como si lo estuviera desafiando silenciosamente a que
abriera sus azules ojos tanto tiempo cerrados, en una suerte de Blanca Nieves
invertido. Volvió a mirar el monitor y seguía impasible con sus mismas
lecturas.
Suspiró al enderezase y alisando su uniforme, se
cuadró y despidió a su marido con el saludo militar que corresponde a un
oficial de rango similar, y antes de que su corazón se rompiera en pedazos, se
retiró con paso firme hacia la salida donde un vehículo la esperaba para
trasladarla a una misión que podría ser la final.
Al momento de salir del hospital, en la habitación
que había abandonado, un pitido diferente empezó a sonar y en el monitor de
control, las lecturas habían cambiado y el tranquilo corazón del ocupante
empezó a latir un poco más rápido. La mano de Max, que Violet sujetara momentos
antes, se había movido.
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