Hace unos días dejé atrás un lugar donde viví por casi siete años. En ese lugar perdi personas importantes, viví experiencias difíciles en cuando a salud, se tomaron decisiones extrañas, las personas que allí vivimos de una u otra manera nos hemos visto afectados por experiencias que nos van a marcar para siempre.
A mi no me costó dejar ese lugar, para nada; porque era algo que ya quería hacer… quería cambiar, evolucionar, mejorar, olvidar esos recuerdos volátiles y caras tortuosas que quedaron impregnadas por esas paredes. Muchos de esos recuerdos los trajimos de afuera y se adosaron a los muros adornándolos como telarañas.
Pero no todo fue malo. No todo fue negativo. He pasado momentos agradables con Los Innombrables, reuniones espiritualmente sobrecogedoras, lo mismo que compartimos días emocionantes; así que es bueno llevarnos estas memorias buenas y dejar a las malas que se
disuelvan en el silencio.
Mi nuevo hogar es más pequeño, más acogedor, más coqueto. Se abre como un abanico de opciones para futuras actividades positivas. Muchos proyectos trajimos entre nuestras cajas y maletas, espero que podamos cumplirlos.
Depende de nosotros y de lo que dejemos entrar por la puerta principal.
Hogar, dulce hogar... |
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