Una ciudad extraña siempre es terreno para todo tipo de experiencias, ya sean buenas y/o malas…no digo que haya experimentado cosas demasiado malas, pero si totalmente inesperadas, situaciones para las que no estaba del todo preparada. Quisiera escribir que lo vivido hasta ahora en mi nuevo lugar de residencia ha sido maravilloso, o que todo corre sobre ruedas, pero lamento decir que no es asi. Me han herido profundamente, en mi orgullo y sobre todo en mis principios.
Entablar relación – sea cual sea: pareja, amistad, laboral – siempre conlleva una cuota de incertidumbre, de dudas, incluso hasta de temor de no ser lo suficiente, pero también se da del otro lado: creer que la otra persona es algo y después no resulta serlo… y ahí se producen los desbarajustes.
Me han dicho que me complico mucho…es cierto. Mi naturaleza de por si, construida con bases en muchas de mis inseguridades, se complica. A veces quisiera poder ser alguien diferente, pero me cuesta abrir mano de mi misma a la primera, trato de hacerlo gradualmente justamente para que no me suceda lo que me sucede en este momento: la insoportable sensación de no ser lo suficiente y de darme cuenta que mis sentimientos son trabas para “vivir”.
Antes de llegar a esta ciudad, un mensaje bíblico que me llegó decía:
"Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón. Allí le daré sus viñas, el valle de Akor lo haré puerta de esperanza; y ella responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto” (Os 2, 16-19)Es un poema de amor, a secas…fuera de que se tengan las interpretaciones religiosas pertinentes, pero para mi fue como una declaración, especialmente la frase de la llevaré al desierto y hablaré a su corazón… Me aferré a esas palabras, y las tomé para mi. Y sucedió. He concluido que las palabras eran correctas, he venido al desierto y me han hablado al corazón, pero no de la manera que me esperaba. Fue una comunicación de “un solo lado”. Ya sea la mala suerte, la falta de técnica, de encanto… qué se yo. Pero al final, a pesar de las críticas, a pesar de la autoflagelación, lo único que queda es simplemente un corazón roto y vacío, porque hay lugares de nuestro ser que no podríamos llenar con filosofía, Robert Pattinson, amistad o literatura. Y aunque se sabe que se niega lo evidente, lo niego, porque está fuera de mi alcance y, sin embargo, como masoquista sin memoria, no dejo de castigarme con sentimientos que solamente me hunden más aun en una doble miseria. La de pretender lo in-pretendible, por decirlo de una manera elegante.
Parece sencillo… y sin embargo tan difícil. Y cuando por fin es fácil, sucede algo. Y lo único que me queda es un teclado y una pantalla, la seguridad de una ausencia y el amargo trago de admitir que, aunque la ausencia es mutua, la soledad es exclusivamente mía.
Pero saben que? ... concluyo diciendo que perdí esta batalla, pero no la guerra! Otras batallas ya me tocarán ganar!
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