En alguna parte leí una frase muy interesante: “El que no pueda acordarse del pasado está condenado a repetirlo”, y su significado conlleva tantas aristas que no siempre tenemos en cuenta, porque tendemos a pasarnos de los límites; es decir: como dice la frase, el no acordarse del pasado puede hacer que repitamos los mismos errores cometidos, en lugar de tenerlos como referencia para el futuro y tratar de no caer en los mismos “baches”.
Pero también está el otro lado, vivir solo del pasado, pensar siempre que el pasado fue mejor, que “estábamos nomás luego mejor antes”, que “antes daba más gusto”… Crear esa burbuja de ilusión en la que pretendemos pensar que el presente es difícil y el futuro es un monstruo que no conocemos, hace que nos aferremos a nuestras experiencias anteriores como una suerte de salvavidas frente a las tormentas inesperadas que el cambio nos echa encima. Porque es así: nos guste o no, el cambio acarrea decisiones difíciles, situaciones complicadas, incluso hasta dolorosas, pero…si es para bien, el pasado puede servirnos de colchón para amortiguar estos golpes.
El pasado ya pasó así que no volverá a suceder. Tampoco es un área que se deba remover a no ser que sea en la búsqueda de experiencias positivas y vivificantes. El pasado es para recordarlo de manera sublime, como un lindo sueño…no debe ser el motor de las decisiones que puedan frenar la innovación y mucho menos la creatividad.
Porque la vida es creatividad, estar vivo es innovar desde adentro, y expresarlo en cada gesto, en cada idea y en cada palabra que apunte hacia el futuro al cual todos queremos llegar.
A la vida no debemos dejarla en el pasado, hay que alimentarla en el presente para que pueda crecer en el futuro (cuando por fin se vuelva presente).